domingo, 12 de octubre de 2014

El Mosquito
Tres décadas de sátira política

Alejandro A. Giuffrida


El Mosquito fue un periódico semanal encuadrado en un corte característico de otras tantas publicaciones de su época, pero lo suficientemente distintivo y particular como para quedar en la historia y marcar un hito en las revistas argentinas.
Su primer número salió a recorrer las calles porteñas el domingo 24 de mayo de 1863 y desde entonces se mantuvo como un diario dominical de pocas páginas, pero de gran repercusión, que durante tres décadas ilustró los devenires y tensiones políticas de un país en construcción constante.
“Periódico semanal independiente, satírico, burlesco y de caricaturas”, fue la extensa descripción que el francés Henri Meyer, uno de sus fundadores y principales caricaturistas, decidió imprimir en esta publicación, que registraba una indudable influencia de las publicaciones caricaturescas de París y Londres. No fue original en su aparición; ya otra veintena de fugaces revistas o folletines había circulado por la ciudad, pero El Mosquito lograría sellar un estilo en la Argentina: La caricatura pasaría a ser un elemento gráfico determinante en la política local y una herramienta crítica de poderosa determinación en la sociedad.
Desde entonces, muchos otros periódicos de crónicas y caricaturas continuarían sumándose al creciente mercado de lectores porteños (engrosado en sus filas por el proceso de inmigración), tales como Don Quijote, La Ilustración y, desde ya, Caras y Caretas.
A los cuatro años de su lanzamiento, ya con una distribución estabilizada entorno a los 1.500 ejemplares, El Mosquito adoptó una tirada diaria, con la inclusión de algunos artículos más extensos. Pero la iniciativa duró poco y al mes regresó a sus apariciones dominicales. Sin embargo, comenzaba un proceso de cambio interno en la publicación, que se consolidó con el ingreso al plantel de caricaturistas del francés Henri Stein, que marcó una bisagra en su historia, iniciando una etapa de fidelización en la relación con los lectores.
Primero fue un dibujante más dentro de los muchos colaboradores (la mayoría franceses) que tuvo El Mosquito, pero con los años Stein fue ganando peso propio y sus caricaturas pronto se transformaron en la atracción del periódico. Finalmente, en 1872 logra convertirse en director-gerente de la revista, y unos tres años después se transforma en su propietario, aunque no por ello dejó de ser el principal artista.

Una nueva línea editorial

Con Stein al frente, El Mosquito se enfoca enteramente a una mirada de claro corte político, ensalzada por el aire liberal que marcaba los debates europeos, pero sobre todo inserta en las discusiones que iban conformando aquel entramado de intelectuales, dirigentes, literatos y miembros de la elite porteña, que décadas más tarde David Viñas encuadrará quirúrgicamente dentro del concepto de Generación del 80[1].
Henri Stein había nacido en Francia en 1843 y recién a sus 22 años arribó a la Argentina. Tras tres años de cambiantes oficios, el dibujante acercó un trabajo suyo a la publicación de Meyer y fue incorporado rápidamente al staff del periódico, donde entabló una profunda relación con su redactor principal, Eduardo Wilde. Su primera colaboración apareció en el número 277 del 10 de mayo de 1868.
Las caricaturas para El Mosquito siempre ocuparon un lugar determinante dentro de las cuatro páginas de extensión que el periódico mantuvo en sus 30 años de existencia. En muchas oportunidades ilustraban la tapa, además de las páginas internas, y en otras tantas también la contratapa. A su vez, las publicidades gráficas fueron ganando espacio dentro de la revista, adelantando una tendencia que pronto se consolidaría en otros medios de prensa.
Las ilustraciones de El Mosquito tenían además una función casi pedagógica en una sociedad que veía cotidianamente florecer nuevos idiomas en sus calles, traídos por barcos de babel que llegaban de Europa. Con sus dibujos, los lectores aprendían a identificar a las figuras políticas e intelectuales que marcaban los debates de aquella conformación del Estado-Nación. Las litografías ocupaban el lugar que más adelante ocuparía la fotografía en la prensa diaria.
En muchas oportunidades, los lazos entre Stein y los dirigentes políticos del momento se materializaron en contactos directos, entablando relaciones muy diversas, desde enojos, hasta alianzas y simpatías. Como sea, la revista siempre se mantuvo atenta a la agenda política del país. Con una mirada regularmente crítica y, desde ya, satírica de la realidad, sus páginas relataron las tensiones políticas, los cambios de gobierno, las campañas de extensión del poderío porteño sobre el territorio nacional en consolidación, la guerra contra Paraguay en alianza con Brasil y Uruguay, el episodio de la fiebre amarilla y otros tantos acontecimientos que marcan aquellas últimas décadas del XIX.
Aunque casi todos los dirigentes fueron motivo de sus caricaturas, posiblemente sea Sarmiento la figura a la que más protagonismo otorgó Stein en sus sátiras y burlas. Sin embargo, el domingo 16 de septiembre de 1888, cinco días después de la muerte de Sarmiento, El Mosquito dedicó su tapa a un gran retrato del ex presidente; y a la semana siguiente se presentó una ilustración que ocupaba la totalidad de las páginas centrales en la que se representaban el cielo y se lo veía a San Martín, al lado de Belgrano, Moreno, Rivadavia y otros dirigentes históricos, con el siguiente texto: “Venga, Don Domingo, sea Ud. bienvenido, que aquí hay lugar para los que como Ud. han servido bien a la patria y al progreso”[2].

La Revolución del Parque y el lector imaginado[3]

El domingo 20 de abril de 1890 apareció una litografía de Henri Stein que refería a un episodio que había acontecido exactamente una semana atrás: El 13 de abril 1890 se fundó la Unión Cívica tras un multitudinario mitin político en el Frontón de Buenos Aires que lo eligió a Leandro N. Alem como presidente del naciente partido. La resolución fue firmada por prácticamente todos los sectores opuestos al gobierno de Juárez Celman y, en rigor, apenas dos meses más tarde, el 26 de julio, esta nueva fuerza política concretó la “Revolución del Parque” que provocó la caída del presidente, reemplazado por su vice Carlos Pellegrini.
Pero el dibujo de Stein tenía la particularidad de parodiar de manera directa a “El Juramento del Juego de Pelota”, aquella célebre obra de Jacques Louis David de 1791, que había sido encargada a este pintor francés por los parlamentarios para dejar representado el juramento de unión entre las fuerzas políticas francesas del 20 de junio de 1789 (en la sala Jeu de paume de Versalles) que es considerado el paso inaugural de la Revolución francesa.
En su caricatura, Stein calificó el episodio del naciente radicalismo como “Fragmento de una mala copia del famoso JURAMENTO DE LA CANCHA DE PELOTA – Juremos combatir y morir por el principio: Sal de ahí que me meta yo” (Las mayúsculas corresponden a la litografía). Y lo situó a Bartolomé Mitre como el orador del encuentro, mientras a su lado lo ubicó a Leandro N. Alem, otro de los principales protagonistas.
Luego, en reemplazo de las personalidades políticas del cuadro de Jacques Louis David, ubicó en idéntica posición a los otros referentes de la flamante Unión Cívica: Francisco Antonio Barroetaveña, Vicente Fidel López, Juan Andrés Gelly y Obes, Aristóbulo del Valle, José Manuel Estrada, Pedro Goyena, Mariano Demaría, Bonifacio Lastra, Mariano Varela, Francisco A. Barroetaveña y Miguel Navarro Viola; todos ellos integrantes de la Junta Ejecutiva.
Al margen de la dura línea editorial, es también interesante observar que debajo de cada una de estas caricaturas agregó el apellido de estos dirigentes, muchos de los cuales eran desconocidos para buena parte de la sociedad porteña del momento. El Mosquito, al igual que otras publicaciones de finales del siglo XIX, muchas veces llevaba a su público por primera vez el rostro de los políticos que gobernaban el país o que pretendían hacerlo.
La particularidad de este número es que la obra en cuestión ocupó la totalidad de las dos páginas centrales, algo que no era para nada frecuente en el periódico, que solía dividir su interior en al menos tres o cuatro dibujos diferentes. Es posible estimar, entonces, que Stein decidió darle una importancia particular a este suceso y a su interpretación. Además, la caricatura llevó en su parte superior la firma del propio periódico, reafirmando la postura editorial; factor que tampoco fue habitual en números anteriores o posteriores.
Es probable que Henri Stein haya exhibido esta litografía en su “papelería artística” donde ofrecía a la venta una “galería de ilustraciones argentina” desde “1 a 7 pesos nacionales”, según publicitaba en su propia revista. En el local, ubicado en San Martín 591, Buenos Aires, además de comercializar retratos de personalidades políticas del momento y grabados de batallas históricas, también vendía cámaras oscuras y aparatos y papeles de impresión.
La vinculación con la obra de David puede interpretarse también como un guiño a sus lectores. No hay referencia directa que explique en la publicación este juego paródico, sino que el autor apuesta a una interpretación y a un conocimiento previo por parte de sus lectores para completar el sentido de la caricatura. De hecho, no es casual tampoco la ubicación de los personajes políticos, sino que en el papel que se les asigna también hay un mensaje: Por ejemplo, a Pedro Goyena, en ese año diputado de la Nación, lo caracterizó como religioso, en alusión a su postura opuesta al laicismo que se discutía en ese momento y su claro acercamiento al pensamiento católico de ese período.




Los últimos años

La última publicación de El Mosquito salió el 16 de julio de 1893. Para ese entonces, hacía casi tres años que Henri Stein había abandonado la dirección del periódico y se había limitado a llevar sus caricaturas políticas todas las semanas (muchas de ellas vinculadas a la fallida candidatura presidencial de Luis Sáenz Peña). Mantenía aún algunas tareas de administración, pero había vendido la totalidad de la empresa a una sociedad anónima. A principios de 1892 su nombre ya no figuraba en la tapa de la revista.
Este último período estuvo marcado por un tono editorial bastante más moderado en comparación con aquellos años en que Stein libraba sendas batallas satíricas contra los principales referentes políticos del momento. El cambio podría situarse en la asunción de Carlos Pellegrini a la presidencia de la Nación, a quién dio la bienvenida con un importante retrato.
En ese puente de tres décadas había aparecido un centenar de nuevas publicaciones de este estilo, algunas con mucho éxito y otras efímeras y olvidadas. Aunque el número de lectores se había magnificado en una ciudad que crecía con las renovadas olas inmigratorias, también el arco de lecturas y de líneas editoriales se había multiplicado, al calor de nuevas representaciones sociales y de públicos cada vez más diversos.
Stein, por su parte, tras el fin de El Mosquito, se dedicó casi con exclusividad a la actividad comercial en su librería artística, hasta que falleció el 17 de enero de 1919.





[1] El concepto Generación del 80 había comenzado a utilizarse a fines de los años veinte del siglo siguiente, y no pocos historiadores hicieron alusión al término para referirse a la clase política e intelectual de las últimas décadas del Siglo XIX. Sin embargo, fue Viñas en Literatura argentina y realidad política: Apogeo de la oligarquía (1964) quien se dio a la tarea de delimitar e investigar las figuras del ambiente literario y de la política que entraban bajo ese mismo denominador.
[2] Ogando, Mónica, El Mosquito, Historia de Revistas Argentinas - Tomo IV.
[3] Para la escritura de este apartado se utilizó la monografía “Giuffrida, Alejandro - Arte argentino y latinoamericano del siglo XIX” – IDAES-UNSAM, Sep.2013.
Ver también Caricatura francesa Siglo XIX (2013), catálogo de muestra, 39ª Feria Internacional del Libro, Buenos Aires, p. 18-22.