domingo, 7 de octubre de 2012

La entrevista periodística


-"¿Quiere hacerme más preguntas?", inquirió Trotsky amablemente.
-"Una sola, pero temo que sea indiscreta. ", (Sonríe y me indica con un gesto que prosiga.)
-"Algunos diarios afirman que hace poco vinieron a verlo unos agentes enviados por Moscú para pedirle que vuelva a Rusia.",
(Su sonrisa se hace más amplia) .
-"Es falso, pero conozco el origen de ese rumor. Se trata de un artículo mío, publicado por la prensa norteamericana hace un par de meses. Yo diría, entre otras cosas, que dada la situación existente en Rusia, estaría dispuesto a servir al país si lo amenaza cualquier peligro." ,
(Está tranquilo y silencioso. )
-"¿ Volvería usted al servicio activo?"
Asiente con la cabeza...

        El novelista belga George Simenon viajó en junio de 1933 a la isla de Prinkipo, frente a Estambul, para entrevistar a León Trotsky en su exilio. El fundador del Ejército Rojo había puesto la condición de que le enviara sus inquietudes por escrito y Simenon lo hizo pero advirtiendo que le resultaba difícil formular preguntas precisas y que su foco de interés estaba en conocer su opinión sobre "los nuevos grupos humanos que surgen en esta época de turbulencia".  Trosky respondió también por escrito, pero luego admitió continuar  con este diálogo que Simenon relató en su nota publicada en el “Paris Soir”, para el que entonces era corresponsal especial.
        La entrevista es la seducción, la perspicacia, la inteligencia, la osadía. Es la negociación, la incomodidad, la sorpresa, la batalla de sentidos.  La entrevista es, al fin, el arte del vínculo, como sostiene el periodista Jorge Halperin, y es en el creativo y sólido despliegue de este intercambio (antes, durante y luego del diálogo)  donde surge la potencia periodística del género.
       Como la  forma literaria del diálogo inventada por los griegos 400 años antes de cristo para divulgar principios filosóficos, a través del mecanismo de interlocutores antagónicos, la entrevista periodística mantiene hoy el precepto de transmitir conocimiento. Y en eso reside el rol social de este género informativo que se muestra tan íntimo y privado, pero que adquiere una función en la implantación de “discursos de autoridad” para una comunidad y en un contexto histórico determinado.
        La entrevista periodística masifica la voz de determinados locutores, dándola a conocer a un buen número de lectores/oyentes/televidentes e instituyéndole un papel social. La opinión del entrevistado (un personaje socialmente significativo por su actividad, profesión o posición de poder) pasará a ocupar (o ratificará su espacio), a través de su publicación en el medio de comunicación, el universo de modelos de pensamiento que constituyen una sociedad, que hacen a sus normas de convivencia, que plantean parámetros de aceptación y de juzgamiento.
       La entrevista mantiene la notoriedad pública de algunas posiciones sociales, tal como sostiene la investigadora Ana Atorresi, porque confiere, refuerza y socializa el prestigio de un entrevistado. Y también contribuye a generar la identificación con el universo de ideas y opiniones del personaje, puesto que al difundirlo está reconociendo y corroborando su autoridad y distinción dentro de la sociedad (y reforzando, por consenso u oposición, los rasgos esenciales de la ideología dominante).
      
      
      

La confrontación

      La relación entre entrevistado y entrevistador es asimétrica. Hay una captura simbólica del otro, hay una pregunta que orienta e intenta controlar la respuesta. Y que obliga a una reacción, (“la pregunta es fascista”, denunció Milan Kundera), ya sea de cooperación o de resistencia pasiva o incluso explícita.
     Preguntar es detener por un instante el mundo y someterlo a un examen. Desde la inmolación de Sócrates, el gran preguntador, el tábano de los griegos, hasta nuestros días, las preguntas son socialmente más incómodas que las respuestas. Pertenecen, claro al campo de lo incierto y, en consecuencia, es comprensible que puedan desatar cortocircuitos, sostiene Jorge Halperín en su libro La Entrevista Periodística.
      En esta puja dialógica es donde se ponen a prueba las cualidades de un buen entrevistador: la curiosidad, la habilidad para escuchar y repreguntar, la capacidad para no anteponer su opinión por sobre la del interlocutor en cuanto al tema abordado;  la tolerancia con las diferencias políticas, sociales e ideológicas; el conocimiento adecuado del personaje (su trayectoria y hasta su temperamento) pero también de la realidad política, social y económica que los enmarca; la facultad para ser incisivo pero no agresivo, para manejar los climas, los tiempos y los silencios; la inteligencia de poner en juego un buen cuestionario.
         Y también en esta puja dialógica subyacen los condicionamientos del entrevistado. No solamente habla para el interlocutor físico, sino también en cada respuesta y abordaje del tema está pensando en los miles de lectores que puede convencer y en sus colegas que juzgarán sus palabras, en las personas que influyen en su actividad y en su vida y en la repercusión que sus dichos tendrá en la realidad de la sociedad. El entrevistado tratará de convencer con sus respuestas, de controlar el juego de seducción puesto en práctica por el buen entrevistador, limitar las fisuras y contradicciones de su discurso, controlar su intimidad.
     El buen trabajo de los contendientes dará como resultado la buena entrevista.

 Por qué, para qué
     La entrevista no escapa a la esencia del periodismo: contar historias. Pero aquí la estrategia cambia, el sujeto narrador será el personaje – que revelará lo interesante- y también el periodista –que tendrá que lograr esa revelación y encaminar el relato que genere interés en el lector-. Dos narradores que  construirán una conversación que tendrá la cotidianeidad del intercambio verbal entre las personas, pero con una estricta normativa institucional donde las posiciones de uno y otro no son intercambiables, los temas a abordar pueden tener limitaciones e incluso están latentes las infracciones.
     Este juego de confrontación, entonces, se merece buenas razones para ser desplegado.  Y la primera de ellas debería ser elegir un buen personaje para entrevistar (porque es representativo de un sector social, de una escuela de pensamiento; porque tiene autoridad intelectual para hablar sobre determinada cuestión; porque es interesante, curioso, polémico; porque puede aportar ideas valiosas a la comunidad). La segunda, tener en claro los objetivos de la conversación: desde una revelación o una denuncia en boca del entrevistado,  pasando por el debate que su forma de pensar puede disparar en el seno de la sociedad, hasta bucear más profundamente en su personalidad y/o intimidad.
     Gran parte del camino, entonces, estará hecho. Las preguntas luego traerán las conjeturas, las hipótesis, las inquietudes y las perspectivas. La sagacidad del guía-entrevistador generará  el clima y el escenario para que el personaje se confiese, se contradiga,  profundice, navegue en el debate, se silencie. La apropiación de la palabra quedará materializada en el texto. Y con ella la utopía de la transparencia. La palabra  ya está fuera del marco de su enunciación, de su contexto y de su tiempo. Pero el relato buscará restituir la escena.


Bibliografía:

- ARFUCH, Leonor. La entrevista, una invencion dialógica, Paidós, Barcelona, 1995.
- HALPERIN, Jorge. La entrevista periodística. Paidós, Buenos Aires, 1995.
- ATORRESI, Ana. Los géneros periodísticos. Ediciones Colihue. Buenos Aires, 1996.

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